viernes, 21 de diciembre de 2012

El virus Cubano.

Junto al clásico sonido del borboteo y el rechinante olor dulzón a café,  prendo un puro H. Upmann. Andino apaga el fogón y sirve una buena cantidad en dos vasos. Arrastra una silla hasta la pequeña mesa de la cocina, colocándola a modo de taburete, con otro tabaco humeante entre sus dedos.

“Gracias por la caja de tabaco Andino, hacía tiempo no fumaba uno de estos. Posiblemente este es el único acto cultural genuinamente cubano. Valdría la pena declararlo bien de interés cultural, antes que los anti-tabacos logren que sea considerado un delito fumar en la cocina de tu casa”.

Nos quedamos absortos unos minutos mientras sorbíamos con delicadeza el café y nos dedicábamos a lanzar bocanadas de humo contra el techo.



Esa tarde Andino me explicó que se había llevado una cámara de fotos digitales cuando fueron a Cuba y que, desde que llegaron de la visita, no había podido descargar las imágenes al ordenador, sólo las podía observar por el televisor.  El asunto resultaba extraño. Antes, según sus propias palabras, todo era normal y, más de una vez, hasta su hijo había descargado cientos de fotos. Pero después del viaje, no había manera, incluso hasta la había llevado a un taller y los técnicos hicieron varios intentos con un software especializado sin resultados. Al final de la tarde, cuando me estaba despidiendo, lamenté en la puerta de salida que la jodida cámara no funcionara, porque había algunas fotos de las que quería tener copias. En aquel momento le comenté algo que me vino a la mente de pronto, “no será un virus que le han colado a la cámara …” Largó una carcajada y me respondió: “no seas mal pensado, además, yo no hice nada mas que hacer fotos, ni siquiera la conecté a ningún otro equipo”. Sí, me dije, puede que tenga razón y no soy mas que otro cubano mal pensado, además, qué tipo de virus podría ser; sencillamente fue un comentario tonto.

Pasaron quince días y otra vez en casa de Andino, y aún con esperanza de poder copiar aquellas fotos, le pregunté por la cámara. Entonces, vi como su rostro se consternaba y, por lo que contaba, comprendí que mis sospechas sobre el virus comenzaban a resultar reales. El problema de la cámara no se había solucionado y decidió comprar una nueva. Por unos días todo fue perfecto con esta, probó todo tipo de fotos y videos, descargó en el ordenador las imágenes utilizando la conexión USB y la tarjeta, reprodujo los videos y las fotos en el televisor. Pero una noche, cuando todavía corría el tiempo de disfrute con su nuevo juguete tecnológico, en un intento por descargar algunas fotos se le volvió a repetir el problema. Todo era misterioso y frustrante. Le hice varias preguntas sobre cómo había actuado, si había intercambiado las tarjetas entre las cámaras. Quedó pensativo, seguramente repasando mentalmente cada detalle de aquellos días; rápidamente recuperó la conversación insistiendo que desde la nueva compra no había utilizado la vieja; fue hasta el  cajón donde tiene los otros equipos que no utiliza, extrajo la cámara y me la mostró incrédulo, colocando las dos juntas en la mesa donde también estaba el ordenador. Me quedé observándolo y le comenté suspicazmente algo que me vino a la mente de pronto….

 “Si cuando estuviste en Cuba la cámara no tuvo contacto físico con ningún otro equipo y la nueva, desde que la compraste, no ha pasado un minuto en el cajón junto a la vieja... entonces el virus es letal, con trasmisión telepática entre equipos”

Esta vez no hubo risas, ni el más mínimo gesto de incredulidad. El silencio se hizo muy largo y Andino tomó el mando a distancia del televisor y comenzó un agotador zapping por sus más de 200 canales vía satélite.  Sentados como dos zombis, no podíamos creer lo que sucedía, ni un solo canal era observable, se repetía en la pantalla con cada pulso en el mando: “there is no picture/video”. “Andino, ¿tú revisaste las conexiones?” le pregunté. Balbuceó algo que no quedó claro y en ese instante uno de los canales comenzó a ser nítido. ¡No lo podía creer!, el canal internacional de Cuba trasmitía el programa “Mesa Redonda” en conexión con TeleSur y su “Aló, Presidente”.  “Qué coño está pasando…” casi gritó Andino, y de un salto llegó hasta el enchufe de la electricidad dando un tiron al cable, se giró y nos quedamos atónitos mirándonos a los ojos. Es un virus letal. Deslicé mi mano en el bolsillo de mi pantalón, sin desviar un milímetro mi mirada, busqué con el tacto el botón de desconexión de mi teléfono móvil (última generación) y lo presioné con todas mis fuerzas.

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