jueves, 13 de noviembre de 2014

Lo que un cubano dice es verdad; aunque se demuestre lo contrario




El portentoso termo ruso

Ocurrió en la cafetería de la CUJAE (Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría). Mientras varios amigos nos comíamos unas “fritas” (1) con té de jengibre y comentábamos sucesos y fenómenos que no existían en Cuba, como por ejemplo la nieve, uno del grupo elevó la mirada, hizo un giro con la cabeza y soltó: “Yo la he visto y la he tocado”. “¿¡Cómo!?  ¡Tú nunca has salido de Cuba!”, le comentamos al unísono. Pero él contraatacó: “Una prima mía, que estudió en la Unión Soviética, antes de venir de vacaciones guardó nieve en un termo. Cuando estaba en casa, aquí en Cuba, abrió el termo y la vi, la toqué, y estaba fría…”.



La discusión sobre el tema se alargó mucho tiempo, pero la nieve no se movió de aquel termo; su viaje desde Moscú a La Habana terminó por asumirse, a pesar de que parte del trayecto se hubiera hecho en barco (desde la URSS a Cuba) y otra parte en una guagua escolar (desde La Habana a Jatibonico). Y en un termo ruso…

¡Impresionante!, algunos cubanos tenemos el superpoder de convertir (definitivamente) lo que decimos en verdad; independientemente de que se pueda demostrar lo contrario.


113 cervezas

“Y Juan se tomó 113 cervezas…”. Largué la frase sin inmutarme. César, después de mirarme, abrió los ojos desmesuradamente y se echó a reír como un loco.

“113 cervezas… 113 cervezas… Imposible”. Repetía una y otra vez. Pero no rectifiqué una sola sílaba de la frase y, por supuesto, no reduje ni una sola cerveza.

El tema era sencillo. Le contaba a César los pormenores de una fiesta y, para describir la cantidad de bebida que había, se me ocurrió ilustrarlo con el número de cervezas que un amigo común había bebido. Tendríamos doce o trece años. Hoy, cuando han pasado más de 40, no he variado el número. César sigue tratando de explicarme que eso es imposible. Debo decir que Juan fue interrogado sobre el tema y dijo que podía ser; según recordaba, esa noche bebió como nunca… Lo dicho: “Compadre, si no me quieres creer no lo hagas, te estoy diciendo que fuero 113 cervezas. ¿Cuál es el problema?”.



El perro que habla

En los 80´s, un señor de la ciudad de Guantánamo presentó en la televisión, en un programa de máxima audiencia, a su perro llamado Niño, del que afirmaba que hablaba. Toda Cuba estuvo durante días pendiente a la demostración que se había anunciado. Llegó el día y la cámara enfocó a Niño; sus ojos se clavaron en la lente y el rostro llenó toda la pantalla mientras mostraba los colmillos. Entonces comenzó a emitir un largo gruñido que iba en aumento…  De momento, se escuchó como Niño decía claramente: “Ay… papáaa….”.

¡Del carajo! ¡Se acabó el mundo! Se llenaron los programas de televisión con especialistas de todo tipo repitiendo la misma frase: “Es una patraña, un perro no puede hablar, no tiene condiciones físicas para articular lenguaje. Además, se ve claramente como el dueño le manipula la garganta al animal”. Se vertieron acusaciones sobre el pobre dueño de Niño: “Está incumpliendo la ley de protección animal. Puede ser castigado por usurpación de funciones, él no tiene el certificado de domador”. En aquella época se dijo que Fidel Castro se había sentado a ver el programa, porque quería comprobar si era posible plantear como un logro de la Revolución que los perros cubanos supiesen articular frases. Y cuentan que, cuando vio la demostración de Niño, se levantó del sillón y declaró: “Esto es un disparate, deberían dedicar ese espacio a cuestiones más científicas… Oye, y ¿quién es el tipo de Guantánamo?, hazme un informe sobre él”.

Nunca más se supo de Niño, por lo menos yo no tengo información, ni de su dueño. Pero si le preguntas a cualquier cubano que vio aquel programa, te podrá decir: “Sí, el perro habló…  y se oyó clarito, clarito: ¡Ay Papá! ¿Cuál es el problema?”.

(1)    Frita: un producto de la cocina cubana, resultado de transformar una croqueta, alterando su formar cilíndrica por una esfera aplanada por sus “polos”. Con el advenimiento de la Revolución Cubana y su posterior desarrollo, los ingredientes de la frita heredados de la croqueta se fueron transformando. La carne (picadillo) se fue reduciendo a su mínima expresión (casi nula… y posiblemente ninguna) y el pan rallado (con la frita se debe usar pan viejo) se fue incrementado hasta lograr la cantidad máxima que se pudiera aglutinar con almidón de yuca (sustituto del huevo). Los condimentos se redujeron a sal y nada más. El resto es freír... con muy poco aceite.


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