viernes, 22 de enero de 2016

La Abuela y Los Beatles





Un día, Mongo Maurisset me comentó lo “maravilloso” que resultó que The Beatles fueran censurados en Cuba -por constituir una fuente de “diversionismo ideológico”-. Así, según él, disfrutamos del grupo con el sabor que tiene lo prohibido y, también, durante más tiempo…

Estoy de acuerdo, porque al no escucharlos libremente en la radio, sus canciones nunca llegaron a hartarnos del todo.

Pero siempre que hablo de Los Beatles –y mira que lo hago- recuerdo a mi abuela materna, Estrella Soria Ramos, con toda seguridad la persona que más canciones de los Beatles ha escuchado. Y estoy hablando de un periodo que va desde que tocaban en el famoso “Cavern Club” hasta hoy.

En casa de la abuela teníamos un tocadiscos tan grande como cualquier otro mueble de la sala. Allí también vivían mis primos Rafaelito (El Flaco) y Enrique (Kiko), dos jóvenes que, cuando despertaban cualquier día de la semana, lo primero que hacían era hacer sonar el Second Album o el Help. La abuela, que ya estaba despierta con sus tareas hogareñas, iniciaba también su nuevo día de Beatles. Incluso, cuando los primos comenzaron a trabajar y se iban al curro, podía suceder que entonces llegara Rafle, otro primo (todavía adolescente) que, en aquella época (hoy sigue con lo mismo), andaba con su guitarra componiendo y cantando. Pues ¿saben qué?, Rafle también hacía sonar los discos de los Beatles. 

Muchas veces también llegaba yo por la tarde a casa de la abuela, con algún amigo de la escuela, precisamente para escuchar a Los Beatles. ¿La abuela?, por allí, en sus cosas de la casa. En aquella época mi abuela y yo escuchamos tantas veces Please Mr. Postman, que yo la podía cantar, en inglés, sin saber qué carajo decía la letra. ¿Lo dudas?, pregúntale a Iliana Ballester si es verdad o no. Ella estudió conmigo en la secundaria y lo podrá confirmar. Averigua pa’que veas.

Más de una vez algún amigo de mis primos (de los que vivían en el Reparto Fomento) llegaba, saludaba, preguntaba por El Flaco y, estuviera o no, encendía el tocadiscos y escuchaba a Los Beatles: Rubber Soul o Revolver. ¡¡Sí, sí, Armandito Calzadilla, tú también!!, aunque no te veo en Facebook. ¿Por dónde andarás…?

Llegaba la tarde y muchas veces la abuela se sentaba en el portal de la casa a descansar, pero, si en casa estaban mis primos, allí podía encontrar a Chichi, Wany o Jorgito Cola’e Pato que, seguro, estaban escuchando música de… Los Beatles.

Una tarde entró Rafaelito (El Flaco) a toda carrera en la casa. Llevaba una cinta magnética (en aquella época eran unos rollos del carajo) que me mostró a la cara mientras decía: “La última canción de los Beatles, es una canción larga… la más larga de todos los tiempos”. Efectivamente, me pareció infinita. Rafaelito, mientras sonaba la canción, no dejaba de mirarme con los ojos muy abiertos. Para él, todo lo que tenía que ver con los Beatles era algo trascendental. Y ¿saben qué?, mientras Hey Jude inundaba toda la casa, mi abuela seguía a lo suyo. Recuerdo perfectamente ese día, esa tarde. La abuela, mientras fregaba platos, fumaba uno de aquellos cigarrillos Vegueros tan largos como Hey Jude. En un momento llegó hasta la sala de la casa, donde disfrutamos a todo volumen la canción. Se quedó mirándonos varios segundos y, con el cigarrillo a un lado a lo Humphrey Bogart, hizo una pregunta en voz alta: “¿Esto no tiene final?”, mientras continuaba el Laaa la la lala laaa… hey Jude, de fondo.

Durante años en casa de la abuela se escuchó música de Los Beatles, desde la mañana hasta la noche. Los sábados igual, aunque MÁS alto. Y eso que en Cuba, en aquellos años, era muy peligroso escuchar su música. Te podían considerar un “desafecto” a la Revolución… Era música en inglés, “la lengua del enemigo” y, entonces, estabas muy jodío.

¡Ah, se me olvidaba algo interesante!. Yo nunca escuché a la abuela tararear ninguna de las canciones de los Beatles y sospecho –¡qué digo sospecho, estoy seguro!- que las podría cantar de memoria,  ¡y en inglés!

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