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martes, 13 de junio de 2017

La Escuela al Campo en Cuba. Yo estuve en Macanacú. 3ra Parte



Si hablamos de la comida que nos servían en Macanacú, almuerzo y cena, podemos decir con toda rotundidad que era muy mala y siempre la misma: sopa y “galletas campesinas” -¿no aclaré antes como eran las galletas?-, pues lo hago ahora: grandes, sosas, elásticas como chicle y hechas con harina rancia. Muy malas…


Pero quiero señalar un detalle no menos importante, a la hora de comer (cenar) tenías que andarte ágil… Porque te podías quedar sin ella. Y había algo peor, más jodido, que te dieran un plato con sorpresa desagradable. Amelia Henríquez me contó que en una ocasión le dieron una sopa de pollo y que la de ella ¡tenía la cabeza con los ojos, el pico y la cresta del pollo!

miércoles, 17 de mayo de 2017

La Escuela al Campo en Cuba. Yo estuve en Macanacú. 2da Parte




Antes les conté que perdí los zapatos al saltar del camión y que una profesora me trajo zapatos nuevos. Pues hay más...



Me escribe Marta Henríquez:
Yo estuve en Macanacú, recuerdo ese momento del cambio de las guaguas para los camiones, la lluvia, el fango, los camiones patinando en el lodo. Juanita, una amiguita mía, se puso tan nerviosa que daba gritos y corría en el fango arrastrando los pies dando vueltas sin sentido. Yo más bien me divertía con toda aquella locura, claro tenía 13 años, no medía peligros. No recuerdo haber comido gofio al llegar, si sé que me tiré en una litera y me quedé dormida, me despertó mi hermana Amalia llorando, porque no me encontraba y no sabía que había pasado conmigo después de un viaje como aquel. Pero es maravillosa la juventud, a pesar de todo esto disfrutábamos a los Fórmula V, cantábamos, pasábamos hambre, bailábamos, llorábamos y reíamos.