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viernes, 16 de septiembre de 2016

Desembarco en U.S.A. (IV) Final




Capítulo IV. El desembarco.


Amanece y la luz se apodera de todo. Los tripulantes del Katamarán, exhaustos, comienzan su desembarco. Anclan a unos metros de la orilla, se quitan toda la ropa, que está completamente mojada; y se quedan en trusa (traje de baño). Es el Caribe, pero en esta época hace algo de frío y deciden hacer fuego. Agrupan la madera que ha recalado en el lugar y, con la bujía del motor y algo de combustible, encienden una fogata. Entonces ven que alguien les hace señas con una linterna desde el otro lado de la bahía. Pero no pueden responder… ya no tienen linterna, la rompieron.


Todavía no tienen seguridad de si llegaron a territorio americano, por eso están pendientes a todo lo que se mueve. Y entonces ven como un destroyer con la inscripción US. NAVY entra en la bahía y ellos, como náufragos, saludan batiendo los brazos dirigiéndose a los marines, que primero miran con ciertas dudas, pero luego responden como gente normal a los saludos.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Onel y su destino... (III)



Capítulo III. Se largan…


Por mucho que le pregunté, no logré que Onel pudiera explicar, en orden, lo que hizo o pensó  ese día, narrándome la historia a ráfagas. Entonces decidí que, sin inventar nada y siendo lo más fiel posible a los hechos, narraría las cosas como pienso que pudieron pasar.


Es el día.


Días antes de la salida hacen un ensayo general, simulan disfrutar como familias normales de un día de playa. Pero cuando llega el “gran día”, y Onel espera que Marta le acompañe de nuevo a la playa de Cazonal, ella se niega. No puede resistir la idea de ver a Onel en aquella “cosa” hacerse a la mar.

lunes, 12 de septiembre de 2016

“...Onel se enfrenta a su destino y surge… la Aventura”. (II)




Capítulo II. El diseño y su fabricación.


Con Onel involucrado a tope y, considerando, el conocimiento que pueda aportar Omar, seguía siendo un proyecto de dudoso éxito.


Lo primero: había que sellar completamente el sidecar, no podía hacer agua de ninguna manera, porque las posibilidades de achicar resultarían imposibles. Había que repasar cada costura del sidecar con acetileno, lijarlo y pintarlo para dejarlo como nuevo. Cuentan que cuando el sidecar estaba contra una pared esperando ser utilizado, muchas personas que visitaban la casa de los Henríquez en Cuabitas (Barrio de Santiago de Cuba) le decían a Onel: “eso parece un bote”. Onel sonreía con su risa “pícara de ingenuo”, pero la verdad es que se asustaba. ¿Y si lo descubren…?  Sí, sentía miedo de que descubrieran sus planes.

domingo, 11 de septiembre de 2016

“En la inmensidad del mar, Onel se enfrenta a su destino y surge… la Aventura”. (I)



Capítulo I. Una idea sensacional.


Cuando Onel acarició con sus manos aquel catamarán en miniatura, algo se iluminó en su cabeza y tuvo la mayor de sus ocurrencias: “Esto lo puedo hacer yo”, se dijo, y decidió que podía convertir un sidecar, de una moto Júpiter, en algo así como un catamarán.


No fue la primera vez que pensó irse de Cuba, ni su primera intentona. Quizá las ganas de largarse le llegaron después de estar escuchando, años tras años, hablar y hablar de los logros y beneficios de la Revolución y ver cómo la realidad se obstinaba en mostrar lo contrario; o tal vez siempre se quiso ir de Cuba.