miércoles, 14 de septiembre de 2016

Onel y su destino... (III)



Capítulo III. Se largan…


Por mucho que le pregunté, no logré que Onel pudiera explicar, en orden, lo que hizo o pensó  ese día, narrándome la historia a ráfagas. Entonces decidí que, sin inventar nada y siendo lo más fiel posible a los hechos, narraría las cosas como pienso que pudieron pasar.


Es el día.


Días antes de la salida hacen un ensayo general, simulan disfrutar como familias normales de un día de playa. Pero cuando llega el “gran día”, y Onel espera que Marta le acompañe de nuevo a la playa de Cazonal, ella se niega. No puede resistir la idea de ver a Onel en aquella “cosa” hacerse a la mar.

lunes, 12 de septiembre de 2016

“...Onel se enfrenta a su destino y surge… la Aventura”. (II)




Capítulo II. El diseño y su fabricación.


Con Onel involucrado a tope y, considerando, el conocimiento que pueda aportar Omar, seguía siendo un proyecto de dudoso éxito.


Lo primero: había que sellar completamente el sidecar, no podía hacer agua de ninguna manera, porque las posibilidades de achicar resultarían imposibles. Había que repasar cada costura del sidecar con acetileno, lijarlo y pintarlo para dejarlo como nuevo. Cuentan que cuando el sidecar estaba contra una pared esperando ser utilizado, muchas personas que visitaban la casa de los Henríquez en Cuabitas (Barrio de Santiago de Cuba) le decían a Onel: “eso parece un bote”. Onel sonreía con su risa “pícara de ingenuo”, pero la verdad es que se asustaba. ¿Y si lo descubren…?  Sí, sentía miedo de que descubrieran sus planes.

domingo, 11 de septiembre de 2016

“En la inmensidad del mar, Onel se enfrenta a su destino y surge… la Aventura”. (I)



Capítulo I. Una idea sensacional.


Cuando Onel acarició con sus manos aquel catamarán en miniatura, algo se iluminó en su cabeza y tuvo la mayor de sus ocurrencias: “Esto lo puedo hacer yo”, se dijo, y decidió que podía convertir un sidecar, de una moto Júpiter, en algo así como un catamarán.


No fue la primera vez que pensó irse de Cuba, ni su primera intentona. Quizá las ganas de largarse le llegaron después de estar escuchando, años tras años, hablar y hablar de los logros y beneficios de la Revolución y ver cómo la realidad se obstinaba en mostrar lo contrario; o tal vez siempre se quiso ir de Cuba.

lunes, 20 de junio de 2016

El Discurso



Se dice que los cubanos somos adictos a los discursos, y no solo a escucharlos sino también a darlos.



Esa costumbre no es solamente cubana; charlas de bar (o de borrachos) existen por todo el mundo y en todas las etnias. Pero en el caso cubano no es un asunto de elocuencia etílica. Los cubanos… bueno no, mejor así: cualquier cubano está preparado -anímica e intelectualmente- para soltar una “muela” moralizante (o un “rollo” como dicen in Spain) en cualquier momento y en cualquier lugar. Y siempre habrá otro cubano dispuesto a recibirla… y a rebatirla con otra “muela” superior.

jueves, 21 de abril de 2016

Homo ruiditus



En una conversación postcoital, en uno de esos intervalos de silencio, mi novia lo interrumpe para comentar algo sobre los ruiditos que hago… “Vamos, que tú también los haces y bien alto”, le digo. “Que no, que no me refiero a esos”.



En aquel momento la conversación gira sobre esos sonidos que de niño me han acompañado: “Pum, pum…”, “Fuacatá… pin, pan... pin, pan…”, “¡Boom!”, propios de las guerritas que armaba con soldaditos y con los amigos en batallas de policías y bandidos. Lo sorprendente es que todavía, cuando he cumplidos más de… los años suficientes, lo sigo haciendo; según mi novia.

viernes, 12 de febrero de 2016

Secreto Golpe de Estado en Cuba




¡Golpe de estado en Cuba!

Cuando hablamos de un golpe de estado automáticamente lo asociamos a militares por las calles, tanques y todo tipo de violencia, porque un golpe de estado es un cambio de gobierno a lo bestia. Sin embargo, en su libro Jorge Grave de Peralta nos habla de un suceso que, si tenemos en cuenta su repercusión en el extranjero y en la misma Cuba, se me antoja un golpe muy light. Es decir, considerando los usos y costumbres latinoamericanos, no se puede hablar de un golpe de estado en toda regla.

Pero antes de seguir con este asunto quiero decir algo: conocí a Jorge Grave de Peralta en Santiago de Cuba estudiando matemáticas y trabajando, al mismo tiempo, como programadores. Siempre fue un “personaje” sorprendente por sus ocurrencias. Lo “malo” -y lo digo en el buen sentido de la palabra- es que generalmente llevaba razón en sus ocurrencias.

Hace varios meses atrás me dijo: “Raúl le dio un golpe de estado a Fidel…” y yo, aunque  siempre me tomo en serio a Jorge, largué una risotada. Pero, sin inmutarse, Jorge completó la frase: “y escribí un libro sobre el tema”. Entonces me dije: ¡Oh!, esto hay que verlo o, mejor dicho, leerlo. Después de tres chat me convenció y al final terminé leyendo el libro. Tenía que sentarme con calma a revisar línea a línea su hipótesis.

viernes, 22 de enero de 2016

La Abuela y Los Beatles





Un día, Mongo Maurisset me comentó lo “maravilloso” que resultó que The Beatles fueran censurados en Cuba -por constituir una fuente de “diversionismo ideológico”-. Así, según él, disfrutamos del grupo con el sabor que tiene lo prohibido y, también, durante más tiempo…

Estoy de acuerdo, porque al no escucharlos libremente en la radio, sus canciones nunca llegaron a hartarnos del todo.

Pero siempre que hablo de Los Beatles –y mira que lo hago- recuerdo a mi abuela materna, Estrella Soria Ramos, con toda seguridad la persona que más canciones de los Beatles ha escuchado. Y estoy hablando de un periodo que va desde que tocaban en el famoso “Cavern Club” hasta hoy.

En casa de la abuela teníamos un tocadiscos tan grande como cualquier otro mueble de la sala. Allí también vivían mis primos Rafaelito (El Flaco) y Enrique (Kiko), dos jóvenes que, cuando despertaban cualquier día de la semana, lo primero que hacían era hacer sonar el Second Album o el Help. La abuela, que ya estaba despierta con sus tareas hogareñas, iniciaba también su nuevo día de Beatles. Incluso, cuando los primos comenzaron a trabajar y se iban al curro, podía suceder que entonces llegara Rafle, otro primo (todavía adolescente) que, en aquella época (hoy sigue con lo mismo), andaba con su guitarra componiendo y cantando. Pues ¿saben qué?, Rafle también hacía sonar los discos de los Beatles. 

Muchas veces también llegaba yo por la tarde a casa de la abuela, con algún amigo de la escuela, precisamente para escuchar a Los Beatles. ¿La abuela?, por allí, en sus cosas de la casa. En aquella época mi abuela y yo escuchamos tantas veces Please Mr. Postman, que yo la podía cantar, en inglés, sin saber qué carajo decía la letra. ¿Lo dudas?, pregúntale a Iliana Ballester si es verdad o no. Ella estudió conmigo en la secundaria y lo podrá confirmar. Averigua pa’que veas.

Más de una vez algún amigo de mis primos (de los que vivían en el Reparto Fomento) llegaba, saludaba, preguntaba por El Flaco y, estuviera o no, encendía el tocadiscos y escuchaba a Los Beatles: Rubber Soul o Revolver. ¡¡Sí, sí, Armandito Calzadilla, tú también!!, aunque no te veo en Facebook. ¿Por dónde andarás…?

Llegaba la tarde y muchas veces la abuela se sentaba en el portal de la casa a descansar, pero, si en casa estaban mis primos, allí podía encontrar a Chichi, Wany o Jorgito Cola’e Pato que, seguro, estaban escuchando música de… Los Beatles.

Una tarde entró Rafaelito (El Flaco) a toda carrera en la casa. Llevaba una cinta magnética (en aquella época eran unos rollos del carajo) que me mostró a la cara mientras decía: “La última canción de los Beatles, es una canción larga… la más larga de todos los tiempos”. Efectivamente, me pareció infinita. Rafaelito, mientras sonaba la canción, no dejaba de mirarme con los ojos muy abiertos. Para él, todo lo que tenía que ver con los Beatles era algo trascendental. Y ¿saben qué?, mientras Hey Jude inundaba toda la casa, mi abuela seguía a lo suyo. Recuerdo perfectamente ese día, esa tarde. La abuela, mientras fregaba platos, fumaba uno de aquellos cigarrillos Vegueros tan largos como Hey Jude. En un momento llegó hasta la sala de la casa, donde disfrutamos a todo volumen la canción. Se quedó mirándonos varios segundos y, con el cigarrillo a un lado a lo Humphrey Bogart, hizo una pregunta en voz alta: “¿Esto no tiene final?”, mientras continuaba el Laaa la la lala laaa… hey Jude, de fondo.

Durante años en casa de la abuela se escuchó música de Los Beatles, desde la mañana hasta la noche. Los sábados igual, aunque MÁS alto. Y eso que en Cuba, en aquellos años, era muy peligroso escuchar su música. Te podían considerar un “desafecto” a la Revolución… Era música en inglés, “la lengua del enemigo” y, entonces, estabas muy jodío.

¡Ah, se me olvidaba algo interesante!. Yo nunca escuché a la abuela tararear ninguna de las canciones de los Beatles y sospecho –¡qué digo sospecho, estoy seguro!- que las podría cantar de memoria,  ¡y en inglés!

Un cucurucho de maní. El Manisero





El Manisero. Entras en la Wikipedia  y no hay mucho sobre esta canción. Es verdad que está lo esencial; pero sabe a poco.

Porque, como dijera Orlando González Esteva:

El manisero, como la vida misma, que no es más que música teatralizada, está hecho de tiempo: llega, propone, urge a no desoír su propuesta, advierte que se va, no cesa de hacerlo, y luego de desdibujarse entonando sus compases finales, con voz cada vez más débil, desaparece.

No hay canción cubana de enjundia más universal.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Amianto, el veneno que el Gobierno de Cuba no deja de utilizar



No se asusten, no voy a “disertar” sobre este tipo de mineral. De manera muy sintética haré un corte y pega de algunas párrafos sobre sus características; necesario para ilustra mis comentarios.


Lo que verdaderamente motiva esta entrada en el Blog es que, conociendo lo dañino (cancerígeno) que resultan los productos elaborados con el amianto, Cuba insiste en mantener la producción de cubierta, tuberías, etc. con este mineral. Y qué es el amianto/asbesto-cemento/fibrocemento:

lunes, 5 de octubre de 2015

I. A Coruña, ¿Cómo llegar a Cuba?





Cuando Denís entró al Pub de la Ciudad Vieja, en A Coruña, sintió de golpe el sofocante resuello del local: tufo a humedad, luces de velas como única iluminación, conversaciones ensordecedoras, música a todo volumen,  bailadores sudorosos, paredes repletas de grafitis (muy obscenos) y muchas fotos de viejos coches americanos en la Habana. No faltaba un solo ingrediente de las referencias que le dieron.  Sorteando los danzarines llegó hasta la barra; el único lugar iluminado. Nada más sentarse, y lo abordó un mulato grandulón, proponiéndole diferentes bebidas con un fuerte acento caribeño. Denís, con un ligero gesto de cabeza ratificó su última oferta.  Minutos después,  bebía  un mojito mientras daba vueltas en su mente cómo abordar el tema que le traía. Así estuvo otros minutos más, mientras  la música continuaba retumbando en el local de manera machacona.